Este ejercicio de autocrítica, quizá muy pesimista, lo escribe Zygmunt Bauman en Mundo consumo, su reciente y recomendable libro publicado por Paidós:
Del mismo copio:
Sólo puedo estar seguro de una cosa: que el mes o el año siguiente (y, con toda seguridad, los años que vendrán después), no se parecerán al momento que estoy viviendo ahora. Y, al ser diferentes, invalidarán buena parte de los conocimientos teóricos y prácticos que estoy aplicando actualmente (aunque no hay manera de adivinar cuál será esa parte). Tendré que olvidar mucho de lo que he aprendido y tendré que deshacerme de numerosas cosas e inclinaciones de las que ahora hago gala y presumo poseer (aunque no hay manera de saber cuáles). Las elecciones que hoy consideramos más razonables y dignas de elogio serán vistas mañana como lamentables errores garrafales y serán condenadas por ello. Lo que cabe deducir de todo lo anterior es que la única aptitud que realmente necesito adquirir y ejercitar es la flexibilidad: la habilidad para deshacerme con prontitud de habilidades inútiles, la capacidad de olvidar con rapidez y de eliminar activos pasados que hoy han devenido en pasivo, la aptitud necesaria para cambiar de enfoque y de vía sin apenas aviso y sin lamentarlo, así como para eludir juramentos de lealtad a nada o a nadie para toda la vida. A fin de cuentas, los giros inesperados a mejor tienden a aparecer súbitamente y como surgidos de ninguna parte, y con la misma brusquedad cambian de signo. ¡Pobres imbéciles aquellos que, deliberadamente o no, se comportan como si fueran a conservar esa buena suerte para siempre! (p. 183).
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