Estoy terminando un libro para dos cursos que tengo que dictar y como son para un tercer nivel y los viejos ya los tienen necesitaba metáforas y ejercicios de reflexión. Sorpresa encontré este muy bueno que te lo
dejo en el blog.
Estaba lloviendo en la montaña. Lejos, la manada de cabras corría desesperada buscando refugio… El patio estaba abierto de par en par y para entrar a él los rumiantes tenían que salvar una arriesgada curva en la cual resbalaban sus pezuñas.
Como si de una carrera de motos se tratara, vehículos gravemente torcidos, las cabras de lado, entraban a gran velocidad en el corral. Solo se escuchó un trueno y los animales lo interpretaron como un indicio de lluvia. Una excusa para dejar de roer los troncos de los árboles secos y arrastrar el hocico por la tierra deshidratada que expresaba una árida tristeza.
Gracias a esa sospechosa tarde, lluvias de panza de burra, los animales pudieron disfrutar de un gran banquete de avena y otros manjares.
La paciencia se pone a prueba cuando esperamos sentados a que llueva sin saber si está de llover. El aguante que hay que tener para conocer a una persona puede ser comparable a lo anterior. Es decir, tenemos la necesidad de acceder a la vida de los demás porque es la forma de explicar, comprender y valorar la conducta de quién tenemos a nuestro lado. Cuando no hay explicación ni comprensión, hay miedo, rechazo, odio o desprecio. Aunque no llueva, no quiere decir que nunca más lloverá. Solo es cuestión de paciencia.
Creo que se necesita la tranquilidad de que alguien tiene perseverancia en la lucha por vencer el cerco hermético de nuestra personalidad. Nunca estamos solos si alguien intenta resignadamente explicar nuestras vidas.
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