La preocupación crónica se nutre de una serie de distorsiones cognitivas que acrecientan la sensación de amenaza:
1. Magnificación
Se exagera el peligro que entraña una situación dada.
2. Adivinación
La persona cree que sus pensamientos negativos van a hacerse realidad.
3. Etiquetar
Hablar de uno mismo como “una persona sufridora”, algo muy difícil de cambiar.
4. Filtro mental
Se detectan los aspectos amenazantes mientras se pasan por alto los que no lo son.
5. Generalizar
Un hecho negativo aislado se generaliza al resto de la persona o de la situación.
6. Deducción emocional
Se tiende a sacar conclusiones a raíz de sensaciones o emociones negativas. “Me siento angustiado; seguro que irá mal”.
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